miércoles, 24 de agosto de 2016

4. Altagracia, epicentro de la infancia y la memoria
Memoria, sueños, anécdotas y lecturas de Salvador Garmendia

El parque (novela corta) (1946). Se trata de una narración, de la cual, el mismo Salvador dice que es “más corta que novela”. Con la aparición de esta publicación, el poeta de Sanare, José Antonio Escalona Escalona, escribe un comentario en la Revista Nacional de Cultura, Nº 58, septiembre-octubre, 1946, convirtiéndose así en el primer comentarista crítico de Salvador Garmendia. De esa nota citamos:
La Academia “Mosquera Suárez” ha publicado, en su sexta entrega, El parque, de Salvador Garmendia. Él le ha puesto el subtítulo de “novela corta” a este trabajo suyo. Pero de acuerdo con lo que entienden los modernos tratadistas de la teoría literaria por novela corta y la diferencia que han establecido entre ésta y el cuento, no es posible considerar El parque como una novela corta ni como un cuento largo. Se trata más bien de un relato, un poco extenso y desordenado, donde el autor traza una serie de cuadros sucesivos del mundo psicológico del protagonista, Álvaro Fernández.16
Aunque no hemos leído esta obra, pues está totalmente desaparecida, por confesiones del propio Salvador sabemos que el personaje principal, Álvaro Fernández, es una especie de Robinson Crusoe. Las acciones transcurren en el Parque Ayacucho de Barquisimeto, donde el protagonista se aísla en un intento por encontrar su identidad y dar sentido a su vida. Aduce Garmendia que fue su primer intento de narrar la condición de la soledad del hombre, y por eso sitúa las acciones lejos de Altagracia, allá al oeste de la ciudad. De ahí el título de El parque. También dijo que significa su identificación literaria con el personaje de la novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, que lo “marcó” para siempre y, como dijo, “se le pegó como polvo de orín”. Leamos su testimonio, referido a la influencia robinsoniana:
A los catorce años leí por primera vez Robinson Crusoe, en una policromada edición de Ramón Sopena, con sus páginas tiradas a dos columnas. Desde ese momento supe que mi personaje novelesco ya había nacido y estaba en circulación desde hacía unos pocos siglos. Era un hombre solo. Un hombre y su memoria. Un Robinson. Una conciencia rodeada de sombras. Este personaje, este mismo pájaro gris con una pedrada en el ala, ha estado revoloteando sin parar por todas las páginas que hoy he escrito.17
Pero hay más. En la revista Sardio, Nº 1 (mayo-junio, 1958), publicó el cuento “Crusoe”. En cuatro páginas y de manera omnisciente presenta al personaje solo en su torre, atormentado por el insomnio y dedicado a reflexionar y escribir. En una visión, a través de la ventana, recuerda la isla, su isla, su vida, y luego retorna a la realidad para releer la última frase escrita: “A nadie puedo hablar y carezco de todo consuelo humano”.
En una entrevista concedida a Marianella Vanci, menciona ese cuento, reafirma su impresión infantil por Robinson Crusoe y entonces dice:
Más tarde cuando escribí mi primer relato se llamaba “Crusoe”. Cuando yo era niño me ilusionaba mucho estar en una isla desierta y hacer cosas. Hacer una vida, y cuando me vine de Barquisimeto a Caracas y me sumé a la multitud comencé a verme como Robinson Crusoe que había perdido su isla y que si no la volvía a encontrar no volvería a ser feliz, yo creo que en realidad esa isla es mi infancia. Es por eso que escribo sobre ese solitario y creo que seguiré haciéndolo siempre.18
Así pues, esa presencia de Crusoe, en efecto, lo acompañó de por vida.

Memorias de Altagracia (1974), cuyo lenguaje poético y su tema reminiscente sorprendió e hizo pensar que ponía punto final a la forma urbanística, está estructurada en 18 relatos con independencia en cuanto a tiempo y espacio. Las aventuras surgen a partir del recuerdo de la lectura de “Los ferrocarriles del mundo”. Los protagonistas son dos niños primos hermanos: el Cachorro y Alí, el Ratón. Narra el Cachorro. Con sus juegos, sueños y fantasías, Salvador vive y nos hace vivir la infancia al tiempo que con personajes populares como Marinferínfero (manco, castrador de chivos que vivía bajo tierra) universaliza a esta ciudad de calles planas y cuadradas. Pero también aparecen allí los célebres Andarines. Esos seres populares y extraños, extraviados mentales que andan de pueblo en pueblo y que Salvador con fino humor define como hermafroditas, “porque nunca se sabe si son hombres o mujeres o las dos cosas a la vez” (Memorias de Altagracia, pág. 61). Pero no debemos olvidar aquí esos personajes realistas legendarios, unos fantásticos o imaginarios, otros. Por ejemplo, el aviador inglés, Mr. Boland, quien realizó un vuelo en una avioneta ante la mirada atónita de los habitantes. Rememora esta hazaña lo ocurrido en Venezuela cuando un avión surcó los aires y desde lo alto del cielo dejó caer papeletas de propaganda electoral y entonces la gente, despavorida, corrió a las iglesias, no sin antes comprar la vela morada del perdón porque pensaban que era el fin del mundo... ¿Y qué decir de las mujeres largas de la lluvia? Fantasmas que eran más altas de lo común, extrañas y volátiles, pues el Cachorro las atravesaba sin esfuerzo como una pared hacia una oscuridad sin fin. Y está la presencia de Fritz, el bombardinero; hacedor de burbujas. Y el misterioso Matagatos, un bobo. Confidente de un ingeniero popular no identificado que durante veinte años diseña la construcción de un auto especial: el peligro amarillo.
También destacan las aventuras del mago Eddie, el Garantizado, el que todo lo puede. Aunque más que un mago, Eddie era un malabarista del lenguaje, que iba de casa en casa con su acto espectacular y ofrecía en venta una larga lista de enseres y aparatos “modernos”. Se enamora de la Niña Dolorita (la muñeca de vidrio), se casan y deja de ser mago. Y desde luego, tenemos que hacer referencia obligada a otros personajes y lugares, no menos importantes. Los personajes de familia: el tío Gilberto, boticario, quien fallece. El tío Luis, la madre del Cachorro, las tres tías: Augusta, Rosa y una no identificada. Natalia, una de las sirvientas. De los lugares, están las sabanas de la Ruezga, donde los Andarines aparecían y desaparecían en un solo desparpajo. Se mencionan los cardonales del oeste, pues la ciudad terminaba en el cementerio y, más allá todo era arrabales. Pasó mucho tiempo para que la ciudad extendiera sus límites y fue sólo cuando cumplió 400 años que le construyeron ese icono conocido como El Obelisco. Y por supuesto, en la obra no podía faltar el río Turbio, comparado por Salvador con el legendario Ganges, el río sagrado de la India. Nuestro río, que ahora, según Renato Agagliate,19 nada tiene que ver el nombre Barquisimeto con el agua ceniza sino con un bejuco llamado bariquís dulce, es descrito por Alí, el Ratón, de esta manera:
No era un río verdadero del todo, sino un gran camino de arena roto en varios sitios por algunas venas de agua de color ceniza. La arena podía verse azul a distancia, aunque debajo de nosotros tenía un color de hierro. Era el río Turbio... (Memorias de Altagracia, pág. 109).
Y entre los personajes novelescos están el padre Azueta, quien se niega a enterrar a los cinco fusilados en la plaza mayor;* el general Raldiriz y su hija Josefita; Abilio, el bodeguero y las Sorondo, tres tías (todos mueren misteriosamente asesinados); Segunda, la Chamusquina, nombrada así porque escapó de un incendio de joven y puta, ya vieja, sola y cansada, sólo podía hacer de bruja; don Abelito, dueño del taller de fotografía, donde los primos encuentran el libro Los ferrocarriles del mundo, con el cual viajan y fantasean, pues al abrir las páginas, los personajes se animan y cobran vida. Y, desde luego, mencionamos esos personajes colectivos, hombres que iban a disfrutar de las aventuras de las películas que se proyectaban en el famoso cine Arenas: Tarzán, Red Ryder, El Llanero Solitario, Santo, el Enmascarado de Plata, Lo que el viento se llevó... y otras tantas películas de la época que hicieron reír y llorar a los barquisimetanos y, por extensión cultural, a todos los venezolanos. Los hombres iban al cine con sus sillas al hombro, mientras Alí y el Cachorro se coleaban y llegaban a las gradas iluminadas y entonaban aquel viejo dicho infantil, recreado con los nombres de las más reconocidas compañías fílmicas de esa época: “Si tú me lo paramaunt picture yo te lo metro goldin mayer”...
* Nota del autor: En diciembre de 1835 fueron fusilados nueve revolucionarios en la plaza Altagracia. Entre ellos, dos poetas: José Mármol y Lorenzo Álvarez, “El Rano”, ambos caroreños. Pertenecían a la Revolución de la Reforma, promovida por militares descontentos ante la disolución de la Gran Colombia.





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